PARROQUIA
NUESTRA SEÑORA
DEL PORTILLO
Zaragoza
Durante este curso vamos a dedicar un espacio en la hoja dominical a las “Catequesis del papa Francisco” sobre la Eucaristía realizadas en el marco de al Audiencia General de los miércoles.
Fuente: Página web del Vaticano.
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/audiences.index.html#audiences
2 de septiembre de 2018
La indispensable formación litúrgica de los fieles
“Empezamos hoy una nueva serie de catequesis, que dirigirá la mirada hacia el «corazón» de la Iglesia, es decir la eucaristía. Es fundamental para nosotros cristianos comprender bien el valor y el significado de la Santa Misa, para vivir cada vez más plenamente nuestra relación con Dios.
No podemos olvidar el gran número de cristianos que, en el mundo entero, en dos mil años de historia, han resistido hasta la muerte por defender la eucaristía; y cuántos, todavía hoy, arriesgan la vida para participar en la misa dominical. En el año 304, durante las persecuciones de Diocleciano, un grupo de cristianos, del norte de África, fueron sorprendidos mientras celebraban la misa en una casa y fueron arrestados. El procónsul romano, en el interrogatorio, les preguntó por qué lo hicieron, sabiendo que estaba absolutamente prohibido. Y respondieron: «Sin el domingo no podemos vivir», que quería decir: si no podemos celebrar la eucaristía, no podemos vivir, nuestra vida cristiana moriría.
…
Estos cristianos del norte de África fueron asesinados porque celebraban la eucaristía. Han dejado testimonio de que se puede renunciar a la vida terrena por la eucaristía, porque esta nos da la vida eterna, haciéndonos partícipes de la victoria de Cristo sobre la muerte. Un testimonio que nos interpela a todos y pide una respuesta sobre qué significa para cada uno de nosotros participar en el sacrificio de la misa y acercarnos a la mesa del Señor. ¿Estamos buscando esa fuente que «fluye agua viva» para la vida eterna, que hace de nuestra vida un sacrificio espiritual de alabanza y de agradecimiento y hace de nosotros un solo cuerpo con Cristo? Este es el sentido más profundo de la santa eucaristía, que significa «agradecimiento»: a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que nos atrae y nos transforma en su comunión de amor.
Audiencia del 8/11/2017
9 de septiembre de 2018
La indispensable formación litúrgica de los fieles (2)
En las próximas catequesis quisiera dar respuesta a algunas preguntas importantes sobre la eucaristía y la misa, para redescubrir o descubrir, cómo a través de este misterio de la fe resplandece el amor de Dios.
El Concilio Vaticano II fue fuertemente animado por el deseo de conducir a los cristianos a comprender la grandeza de la fe y la belleza del encuentro con Cristo. Por este motivo era necesario sobre todo realizar, con la guía del Espíritu Santo, una adecuada renovación de la Liturgia, porque la Iglesia continuamente vive en ella y se renueva gracias a ella. Un tema central que los Padres conciliares subrayaron es la formación litúrgica de los fieles, indispensable para una verdadera renovación. Y es precisamente éste también el objetivo de este ciclo de catequesis que hoy empezamos: crecer en el conocimiento del gran don que Dios nos ha donado en la eucaristía. La eucaristía es un suceso maravilloso en el cual Jesucristo, nuestra vida, se hace presente. Participar en la misa «es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre por la salvación del mundo» (Homilía en la santa misa, Casa Sta. Marta, 10 de febrero de 2014). El Señor está ahí con nosotros, presente. Muchas veces nosotros vamos ahí, miramos las cosas, hablamos entre nosotros mientras el sacerdote celebra la eucaristía… y no celebramos cerca de Él. ¡Pero es el Señor! Si hoy viniera aquí el presidente de la República o alguna persona importante del mundo, seguro que todos estaríamos cerca de él, querríamos saludarlo. Pero pienso: cuando tú vas a misa, ¡ahí está el Señor! Y tú estás distraído. ¡Es el Señor! Debemos pensar en esto. «Padre, es que las misas son aburridas» –«pero ¿qué dices, el Señor es aburrido?» –«No, no, la misa no, los sacerdotes» –«Ah, que se conviertan los sacerdotes, ¡pero es el Señor quien está allí!» ¿Entendido? No lo olvidéis. «Participar en la misa es vivir otra vez la pasión y la muerta redentora del Señor».
Audiencia del 8/11/2017
16 de septiembre de 2018
La indispensable formación litúrgica de los fieles (3)
Intentamos ahora plantearnos algunas preguntas sencillas. Por ejemplo, ¿por qué se hace la señal de la cruz y el acto penitencial al principio de la misa? Y aquí quisiera hacer un paréntesis. ¿Vosotros habéis visto cómo hacen los niños la señal de la cruz? Tú no sabes qué hacen, si la señal de la cruz o un dibujo. Hacen así [hace un gesto confuso]. Es necesario enseñar a los niños a hacer bien la señal de la cruz. Así empieza la misa, así empieza la vida, así empieza la jornada. Esto quiere decir que nosotros somos redimidos con la cruz del Señor. Mirad a los niños y enseñadles a hacer bien la señal de la cruz. Y estas lecturas, en la misa, ¿por qué están ahí? ¿Por qué se leen el domingo tres lecturas y los otros días dos? ¿Por qué están ahí, qué significa la lectura de la misa? ¿Por qué se leen y qué tiene que ver? O ¿por qué en un determinado momento el sacerdote que preside la celebración dice: «levantemos el corazón»? No dice: «¡Levantemos nuestros móviles para hacer una fotografía!». ¡No, es algo feo! Y os digo que a mí me da mucha pena cuando celebro aquí en la plaza o en la basílica y veo muchos teléfonos levantados, no solo de los fieles, también de algunos sacerdotes y también obispos. ¡Pero por favor! La misa no es un espectáculo: es ir a encontrar la pasión y la resurrección del Señor. Por esto el sacerdote dice: «levantemos el corazón». ¿Qué quiere decir esto? Recordadlo: nada de teléfonos.
Audiencia del 8/11/2017
23 de septiembre de 2018
La indispensable formación litúrgica de los fieles (4)
Es muy importante volver a los fundamentos, redescubrir lo que es esencial, a través de aquello que se toca y se ve en la celebración de los sacramentos. La pregunta del apóstol santo Tomás (cf. Juan 20, 2 5), de poder ver y tocar las heridas de los clavos en el cuerpo de Jesús, es el deseo de poder de alguna manera «tocar» a Dios para creerle. Lo que santo Tomás pide al Señor es lo que todos nosotros necesitamos: verlo, tocarlo para poder reconocer.
Los sacramentos satisfacen esta exigencia humana. Los sacramentos y la celebración eucarística de forma particular, son los signos del amor de Dios, los caminos privilegiados para encontrarnos con Él.
Así, a través de estas catequesis que hoy empezamos, quisiera redescubrir junto a vosotros la belleza que se esconde en la celebración eucarística, y que, una vez desvelada, da pleno sentido a la vida de cada uno. Que la Virgen nos acompañen en este tramo de camino. Gracias.
Audiencia del 8/11/2017
30 de septiembre de 2018
La indispensable formación litúrgica de los fieles (5)
Para comprender la belleza de la celebración eucarística deseo empezar con un aspecto muy sencillo: la misa es oración, es más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y el mismo tiempo la más «concreta». De hecho es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y Sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor.
Pero primero debemos responder a una pregunta. ¿Qué es realmente la oración? Esta es sobre todo diálogo, relación personal con Dios. Y el hombre ha sido creado como ser en relación personal con Dios que encuentra su plena realización solamente en el encuentro con su creador. El camino de la vida es hacia el encuentro definitivo con Dios. El libro del Génesis afirma que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, el cual es Padre e Hijo y Espíritu Santo, una relación perfecta de amor que es unidad. De esto podemos comprender que todos nosotros hemos sido creados para entrar en una relación perfecta de amor, en un continuo donarnos y recibirnos para poder encontrar así la plenitud de nuestro ser.
Audiencia del15/11/2017
7 de octubre de 2018
Tres momentos de silencio en la Eucaristía
El silencio que precede a la celebración. Es el silencio que prepara la mente y el corazón de todos, que recuerda la importancia de cuanto nos disponemos a hacer, que dispone a recibir con plena conciencia el gran don de la palabra y de la presencia del Señor.
El silencio después de la homilía. El silencio después de la homilía permite a la Palabra resonar mejor en nosotros a fin de que como sucede a los discípulos de Emaús, nuestro corazón pueda arder de amor y nuestro camino pueda ser más seguro y sereno. Permanezcamos sentados en silencio por unos instantes después de la homilía.
El silencio después de la comunión. Recibido el Cuerpo del Señor, somos invitados a sumergirnos en un diálogo interior con Él, que nos hace el don de su presencia y nos reúne como Iglesia. Aquel después de la Comunión es un silencio cargado de oración: una oración íntima, reconocedora y confiada.
Desde el punto de vista exterior el silencio es siempre una pausa, una suspensión de palabras y de gestos. Del punto de vista interior, el silencio modula diversas nociones del espíritu humano, empapado de la gracia del Espíritu de Dios. Así, si el silencio después de la homilía está sobre todo está destinado a la escucha y a la meditación para interiorizar la Palabra, en el silencio después de la comunión lo primero es la oración: de acción de gracias, de adoración, de alabanza, de súplica e intercesión.
14 de octubre de 2018
Catequesis sobre la Eucaristía
Cuando Moisés, frente a la zarza ardiente, recibe la llamada de Dios, le pregunta cuál es su nombre. ¿Y qué responde Dios? «Yo soy el que soy» (Éxodo 3, 14). Esta expresión, en su sentido original, expresa presencia y favor, y de hecho a continuación Dios añade: «Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» (v. 15). Así también Cristo, cuando llama a sus discípulos, les llama para que estén con Él. Esta por tanto es la gracia más grande: poder experimentar que la misa, la eucaristía, es el momento privilegiado de estar con Jesús, y, a través de Él, con Dios y con los hermanos.
Audiencia del 15/11/2017
21 de octubre de 2018
Catequesis sobre la Eucaristía
El escrito anterior terminaba recordando que “la eucaristía, es el momento privilegiado de estar con Jesús, y, a través de Él, con Dios y con los hermanos”.
El papa Francisco continúa diciendo:
“Rezar, como todo verdadero diálogo, es también saber permanecer en silencio —en los diálogos hay momentos de silencio—, en silencio junto a Jesús. Y cuando nosotros vamos a misa, quizá llegamos cinco minutos antes y empezamos a hablar con este que está a nuestro lado. Pero no es el momento de hablar: es el momento del silencio para prepararnos al diálogo. Es el momento de recogerse en el corazón para prepararse al encuentro con Jesús. ¡El silencio es muy importante! Recordad lo que dije la semana pasada: no vamos a un espectáculo, vamos al encuentro con el Señor y el silencio nos prepara y nos acompaña. Permaneced en silencio junto a Jesús. Y del misterioso silencio de Dios brota su Palabra que resuena en nuestro corazón. Jesús mismo nos enseña cómo es realmente posible «estar» con el Padre y nos lo demuestra con su oración. Los Evangelios nos muestran a Jesús que se retira en lugares apartados a rezar; los discípulos, viendo esta íntima relación con el Padre, sienten el deseo de poder participar, y le preguntan: «Señor, enséñanos a orar» (Lucas 11, 1).
Jesús responde que la primera cosa necesaria para rezar es saber decir «Padre». Estemos atentos: si yo no soy capaz de decir «Padre» a Dios, no soy capaz de rezar. Tenemos que aprender a decir «Padre», es decir ponerse en la presencia con confianza filial. Pero para poder aprender, es necesario reconocer humildemente que necesitamos ser instruidos, y decir con sencillez: Señor, enséñame a rezar.
Audiencia del 15/11/2017
28 de octubre de 2018
Catequesis sobre la Eucaristía
El texto de la semana pasada terminaba diciendo: Pero para poder aprender, es necesario reconocer humildemente que necesitamos ser instruidos, y decir con sencillez: Señor, enséñame a rezar. Y el papa Francisco continúa diciendo:
Este es el primer punto: ser humildes, reconocerse hijos, descansar en el Padre, fiarse de Él. Para entrar en el Reino de los cielos es necesario hacerse pequeños como niños. En el sentido de que los niños saben fiarse, saben que alguien se preocupará por ellos, de lo que comerán, de lo que se pondrán, etc. (cf. Mateo 6, 25-32). Esta es la primera actitud: confianza y confidencia, como el niño hacia los padres; saber que Dios se acuerda de ti, cuida de ti, de ti, de mí, de todos.
La segunda predisposición, también propia de los niños, es dejarse sorprender. El niño hace siempre miles de preguntas porque desea descubrir el mundo; y se maravilla incluso de cosas pequeñas porque todo es nuevo para él. Para entrar en el Reino de los cielos es necesario dejarse maravillar. En nuestra relación con el Señor, en la oración —pregunto— ¿nos dejamos maravillar o pensamos que la oración es hablar a Dios como hacen los loros? No, es fiarse y abrir el corazón para dejarse maravillar. ¿Nos dejamos sorprender por Dios que es siempre el Dios de las sorpresas? Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo, no es un encuentro de museo. Es un encuentro vivo y nosotros vamos a la misa no a un museo. Vamos a un encuentro vivo con el Señor.
Audiencia del 15/11/2017
4 de noviembre de 2018
Catequesis sobre la Eucaristía
El texto de la semana pasada terminaba diciendo: “a la Misa vamos a un encuentro vivo con el Señor. La catequesis continúa diciendo:
En el Evangelio se habla de un cierto Nicodemo (Juan 3, 1-21), un hombre anciano, una autoridad en Israel, que va donde Jesús para conocerlo; y el Señor nos habla de la necesidad de «renacer de lo alto» (cf v. 3). ¿Pero qué significa? ¿Se puede «renacer»? ¿Volver a tener el gusto, la alegría, la maravilla de la vida, es posible, también delante de tantas tragedias?
Esta es una pregunta fundamental de nuestra fe y este es el deseo de todo verdadero creyente: el deseo de renacer, la alegría de recomenzar. ¿Nosotros tenemos este deseo? ¿Cada uno de nosotros quiere renacer siempre para encontrar al Señor? ¿Tenéis este deseo vosotros? De hecho se puede perder fácilmente porque, a causa de tanta actividad, de tantos proyectos que realizar, al final nos queda poco tiempo y perdemos de vista lo que es fundamental: nuestra vida del corazón, nuestra vida espiritual, nuestra vida que es encuentro con el Señor en la oración.
Audiencia del15/11/17
11 de noviembre de 2018
Catequesis sobre la Eucaristía
Continuando con las Catequesis sobre la misa, podemos preguntarnos: ¿Qué es esencialmente la misa? La misa es el memorial del Misterio pascual de Cristo. Nos convierte en partícipes de su victoria sobre el pecado y la muerte y da significado pleno a nuestra vida.
Por esto, para comprender el valor de la misa debemos ante todo entender entonces el significado bíblico del «memorial». «En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la Pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos».
Jesucristo, con su pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo llevó a término la Pascua. Y la misa es el memorial de su Pascua, de su «éxodo», que cumplió por nosotros, para hacernos salir de la esclavitud e introducirnos en la tierra prometida de la vida eterna. No es solamente un recuerdo, no, es más: es hacer presente aquello que ha sucedido hace veinte siglos.
Audiencia del 22/11/2017
18 de noviembre de 2018
Catequesis sobre la Eucaristía
La eucaristía nos lleva siempre al vértice de las acciones de salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, vierte sobre vosotros toda la misericordia y su amor, como hizo en la cruz, para renovar nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos……
Cada celebración de la eucaristía es un rayo de ese sol sin ocaso que es Jesús resucitado. Participar en la misa, en particular el domingo, significa entrar en la victoria del Resucitado, ser iluminados por su luz, calentados por su calor. A través de la celebración eucarística el Espíritu Santo nos hace partícipes de la vida divina que es capaz de transfigurar todo nuestro ser mortal. Y en su paso de la muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, el Señor Jesús nos arrastra también a nosotros con Él para hacer la Pascua. En la misa se hace Pascua. Nosotros, en la misa, estamos con Jesús, muerto y resucitado y Él nos lleva adelante, a la vida eterna. En la misa nos unimos a Él. Es más, Cristo vive en nosotros y nosotros vivimos en Él: «Yo estoy crucificado con Cristo —dice san Pablo— y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gálatas 2, 19-20). Así pensaba Pablo.
Audiencia del 22/11/2017
25 de noviembre de 2018
Catequesis sobre la Eucaristía
Si el amor de Cristo está en mí, puedo darme plenamente al otro, en la certeza interior de que si incluso el otro me hiriera, yo no moriría; de otro modo, debería defenderme. Los mártires dieron la vida precisamente por esta certeza de la victoria de Cristo sobre la muerte. Solo si experimentamos este poder de Cristo, el poder de su amor, somos verdaderamente libres de darnos sin miedo.
Esto es la misa: entrar en esta pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús; cuando vamos a misa es si como fuéramos al calvario, lo mismo. Pero pensad vosotros: si nosotros en el momento de la misa vamos al calvario —pensemos con imaginación— y sabemos que aquel hombre allí es Jesús. Pero, ¿nos permitiremos charlar, hacer fotografías, hacer espectáculo? ¡No! ¡Porque es Jesús! Nosotros seguramente estaremos en silencio, en el llanto y también en la alegría de ser salvados. Cuando entramos en la iglesia para celebrar la misa pensemos esto: entro en el calvario, donde Jesús da su vida por mí. Y así desaparece el espectáculo, desaparecen las charlas, los comentarios y estas cosas que nos alejan de esto tan hermoso que es la misa, el triunfo de Jesús.
Audiencia del 22/11/2017
2 de diciembre de 2018
¿Por qué ir a misa el domingo?
La celebración dominical de la eucaristía está en el centro de la vida de la Iglesia. Nosotros cristianos vamos a misa el domingo para encontrar al Señor resucitado, o mejor, para dejarnos encontrar por Él, escuchar su palabra, alimentarnos en su mesa y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo místico viviente en el mundo.
Lo entendieron, desde la primera hora, los discípulos de Jesús, los que celebraron el encuentro eucarístico con el Señor en el día de la semana que los hebreos llamaban «el primero de la semana» y los romanos «día del sol» porque en ese día Jesús había resucitado de entre los muertos y se había aparecido a los discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos y dándoles el Espíritu Santo……. También la gran efusión del Espíritu Santo en Pentecostés sucede en domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección de Jesús.
Por estas razones, el domingo es un día santo para nosotros, santificado por la celebración eucarística, presencia viva del Señor entre nosotros y para nosotros. ¡Es la misa, por lo tanto, lo que hace el domingo cristiano! El domingo cristiano gira en torno a la misa. ¿Qué domingo es, para un cristiano, en el que falta el encuentro con el Señor?
Audiencia del 13/12/2017
9 de diciembre de 2018
¿Por qué ir a misa el domingo?
Algunas sociedades seculares han perdido el sentido cristiano del domingo iluminado por la eucaristía. ¡Es una lástima esto! En estos contextos es necesario reanimar esta conciencia, para recuperar el significado de la fiesta, el significado de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad, del reposo que restaura el alma y el cuerpo. De todos estos valores la eucaristía es la maestra, domingo tras domingo. Por eso, el Concilio Vaticano II quiso reafirmar que «el domingo es el día de fiesta primordial que debe ser propuesto e inculcado en la piedad de los fieles, de modo que se convierta también en día de alegría y abstención del trabajo»
Audiencia del 13/12//2017
16 de diciembre de 2018
¿Por qué ir a misa el domingo?
La semana pasada concluíamos diciendo que el Concilio Vaticano II quiso reafirmar que «el domingo es el día de fiesta primordial que debe ser propuesto e inculcado en la piedad de los fieles, de modo que se convierta también en día de alegría y abstención del trabajo».
La abstención dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es una aportación específica del cristianismo. Por tradición bíblica los judíos reposan el sábado, mientras que en la sociedad romana no estaba previsto un día semanal de abstención de los trabajos serviles. Fue el sentido cristiano de vivir como hijos y no como esclavos, animado por la eucaristía, el que hizo del domingo —casi universalmente— el día de reposo.
Sin Cristo estamos condenados a estar dominados por el cansancio de lo cotidiano, con sus preocupaciones y por el miedo al mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza para vivir el hoy con confianza y coraje y para ir adelante con esperanza. Por eso, nosotros cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo en la celebración eucarística.
Audiencia del 13/12//2017
23 de diciembre de 2018
¿Por qué ir a misa el domingo?
¿Qué podemos responder a quien dice que no hay que ir a misa, ni siquiera el domingo, porque lo importante es vivir bien y amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como dijo Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Juan 13, 35); ¿Pero cómo podemos practicar el Evangelio sin sacar la energía necesaria para hacerlo, un domingo después de otro, en la fuente inagotable de la eucaristía? No vamos a misa para dar algo a Dios, sino para recibir de Él aquello de lo que realmente tenemos necesidad. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: «Tú no tienes necesidad de nuestra alabanza, pero por un regalo de tu amor llámanos para darte las gracias; nuestros himnos de bendición no aumentan tu grandeza, pero nos dan la gracia que nos salva» (Misal Romano, Prefacio común IV).
En conclusión, ¿por qué ir a misa el domingo? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a preservar su valor, pero solo no es suficiente. Nosotros cristianos tenemos necesidad de participar en la misa dominical porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento y así ser sus testigos creíbles.
Audiencia del 13/12//2017
13 de enero de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia
Hoy quisiera entrar en el corazón de la celebración eucarística.
La misa está formada de dos partes, que son: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística, tan estrechamente unidas entre ellas que forman un único acto de culto.
Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la celebración es por tanto un único cuerpo y no se puede separar, pero para una mejor comprensión trataré de explicar sus diferentes momentos, cada uno de los cuales es capaz de tocar e implicar una dimensión de nuestra unidad. Es necesario conocer estos santos signos para vivir plenamente la misa y saborear toda su belleza.
Audiencia del 20/12//2017
20 de enero de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia. Ritos de Introducción
Cuando el pueblo está reunido, la celebración se abre con los ritos introductorios, incluidas la entrada de los celebrantes o del celebrante, el saludo (“El Señor esté con vosotros”, “La paz esté con vosotros”), el acto penitencial (“Yo confieso”, donde nosotros pedimos perdón por nuestros pecados), el Kyrie eleison, el himno del Gloria y la oración colecta: se llama “oración colecta” no porque allí se hace la colecta de las ofrendas: es la colecta de las intenciones de oración de todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos sube al cielo como oración. Su fin (de estos ritos introductorios) es hacer “que los fieles reunidos constituyan una comunión y se dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía”.
…… La misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y por esto es importante prever no llegar tarde, más bien antes, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad.
Audiencia del 20/12//2017
27 de enero de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia. Ritos de Introducción
Mientras normalmente tiene lugar el canto de entrada, el sacerdote con los otros ministros llega en procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar con una reverencia y, en signo de veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando nosotros miramos al altar, miramos donde está Cristo.
Estos gestos expresan desde el principio que la misa es un encuentro de amor con Cristo……
Después está el signo de la cruz. El sacerdote que preside lo hace sobre sí y hacen lo mismo todos los miembros de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se realiza «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».……
El sacerdote dirige un saludo litúrgico, con la expresión: «El Señor esté con vosotros» u otra parecida (hay varias), y la asamblea responde: «Y con tu espíritu». Estamos en diálogo; estamos al principio de la misa y debemos pensar en el significado de todos estos gestos y palabras.
Audiencia del 20/12//2017
3 de febrero de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia. Ritos de Introducción
Con este saludo (“El Señor esté con vosotros”) y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia congregada. Se expresa así la fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y vivir la unidad con toda la comunidad.
…… Quien preside invita a todos a reconocer los propios pecados (el acto penitencial). En su sobriedad, favorece la actitud con la que disponerse a celebrar dignamente los santos misterios, o sea, reconociendo delante de Dios y de los hermanos que somos pecadores.
La invitación del sacerdote, de hecho, está dirigida a toda la comunidad en oración, porque todos somos pecadores. ¿Qué puede dar el Señor a quien tiene ya el corazón lleno de sí, del propio éxito? Nada, porque el presuntuoso es incapaz de recibir perdón, lleno como está de su presunta justicia. Pensemos en la parábola del fariseo y del publicano, donde solamente el segundo (el publicano) vuelve a casa justificado, es decir perdonado (Lucas 18, 9-14). Quien es consciente de las propias miserias y baja los ojos con humildad, siente posarse sobre sí la mirada misericordiosa de Dios. Sabemos por experiencia que solo quien sabe reconocer los errores y pedir perdón recibe la comprensión y el perdón de los otros.
Escuchar en silencio la voz de la conciencia permite reconocer que nuestros pensamientos son distantes de los pensamientos divinos, que nuestras palabras y nuestras acciones son a menudo mundanas, guiadas por elecciones contrarias al Evangelio.
Audiencia del 20/12//2017 y Audiencia del 3/01/2018
10 de febrero de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia. Ritos de Introducción
Continúa la reflexión sobre el Acto penitencial…
Cada uno confiesa a Dios y a los hermanos “que ha pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión”. Sí, también en omisión, o sea, que he dejado de hacer el bien que habría podido hacer.
A menudo nos sentimos buenos porque (decimos) “no he hecho mal a nadie”. En realidad, no basta con hacer el mal al prójimo, es necesario elegir hacer el bien aprovechando las ocasiones para dar buen testimonio de que somos discípulos de Jesús.
………………
Además del “Yo confieso”, se puede hacer el acto penitencial con otras fórmulas, por ejemplo: “Señor, ten misericordia de nosotros, / Porque hemos pecado contra ti. / Muéstranos, Señor, tu misericordia. / Y danos tu salvación”.
Especialmente el domingo se puede realizar la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que cancela todos los pecados.
También es posible, como parte del acto penitencial, cantar el Kyrie eléison: con una antigua expresión griega, aclamamos al Señor (Kyrios) e imploramos su misericordia.
Audiencia del 3/01/2018
17 de febrero de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia. Ritos de Introducción
El canto del “GLORIA” y la Oración Colecta.
Hemos visto que el acto penitencial nos ayuda a despojarnos de nuestras pretensiones y a presentarnos a Dios como somos realmente, conscientes de ser pecadores, en la esperanza de ser perdonados.
Precisamente del encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina toma vida la gratitud expresada en el “Gloria”, “un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas”.
La introducción de este himno (“Gloria a Dios en el cielo”) retoma el canto de los ángeles en el nacimiento de Jesús en Belén, alegre anuncio del abrazo entre cielo y tierra. Este canto también nos involucra reunidos en la oración: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor”.
Audiencia del 10/01/2018
24 de febrero de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia. Ritos de Introducción
El canto del “GLORIA” y la Oración Colecta.
Después del “Gloria”, o cuando este no está, inmediatamente después del acto penitencial, la oración toma forma particular en la oración denominada “colecta”, por medio de la cual se expresa el carácter propio de la celebración, variable según los días y los tiempos del año.
Con la invitación “oremos”, el sacerdote insta al pueblo a recogerse con él en un momento de silencio, con el fin de tomar conciencia de estar en presencia de Dios y hacer emerger, a cada uno en su corazón, las intenciones personales con las que participa en la misa. El sacerdote dice “oremos”; y después, viene un momento de silencio y cada uno piensa en las cosas que necesita, que quiere pedir en la oración.
El silencio no se reduce a la ausencia de palabras, sino a la disposición a escuchar otras voces: la de nuestro corazón y, sobre todo, la voz del Espíritu Santo.
Antes de la oración inicial, el silencio ayuda a recogernos en nosotros mismos y a pensar en por qué estamos allí. He ahí la importancia de escuchar nuestro ánimo para abrirlo después al Señor.
Audiencia del 10/01/2018
3 de marzo de 2019
La Oración Colecta.
El sacerdote recita esta súplica, esta oración de colecta, con los brazos extendidos y la actitud del orante, asumida por los cristianos desde el final de los primeros siglos (como dan testimonio los frescos de las catacumbas romanas) para imitar a Cristo con los brazos abiertos sobre la madera de la cruz. Y allí, Cristo es el Orante y es también la oración. En el crucifijo reconocemos al Sacerdote que ofrece a Dios la oración que desea, es decir, la obediencia filial.
En el Rito Romano, las oraciones son concisas pero ricas de significado: se pueden hacer tantas meditaciones hermosas sobre estas oraciones. ¡Muy hermosas!
Volver a meditar los textos, incluso fuera de la misa puede ayudarnos a aprender cómo dirigirnos a Dios, qué pedir, qué palabras usar. Que la liturgia pueda convertirse para todos nosotros en una verdadera escuela de Oración.
Audiencia del 10/01/2018
10 de marzo de 2019
Liturgia de la Palabra.
Nos centramos ahora la Liturgia de la Palabra, que es una parte constitutiva porque nos reunimos precisamente para escuchar lo que Dios ha hecho y pretende hacer todavía por nosotros. Es una experiencia que tiene lugar “en directo” y no por oídas, porque “cuando se leen las sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio”.
Cuando se lee la Palabra de Dios en la Biblia (la primera Lectura, la segunda, el Salmo responsorial y el Evangelio) debemos escuchar, abrir el corazón, porque es Dios mismo que nos habla y no pensar en otras cosas o hablar de otras cosas.
Las páginas de la Biblia cesan de ser un escrito para convertirse en palabra viva, pronunciada por Dios. Es Dios quien, a través de la persona que lee, nos habla e interpela para que escuchemos con fe. El Espíritu “que habló por medio de los profetas” y ha inspirado a los autores sagrados, hace “que la Palabra de Dios actúe realmente en los corazones lo que suena en los oídos”
Audiencia del 31/01/2018
17 de marzo de 2019
Liturgia de la Palabra.
Para escuchar la Palabra de Dios es necesario tener también el corazón abierto para recibir la palabra en el corazón. Es muy importante escuchar. Algunas veces quizá no entendemos bien porque hay algunas lecturas un poco difíciles. Pero Dios nos habla igualmente de otra manera. Es necesario estar en silencio y escuchar la Palabra de Dios. No os olvidéis de esto. En la misa, cuando empiezan las lecturas, escuchamos la Palabra de Dios.
¡Necesitamos escucharlo! Es de hecho una cuestión de vida, como recuerda la fuerte expresión que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4, 4). La vida que nos da la Palabra de Dios. En este sentido, hablamos de la Liturgia de la Palabra como de la “mesa” que el Señor dispone para alimentar nuestra vida espiritual. Es una mesa abundante la de la Liturgia, que se basa en gran medida en los tesoros de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, porque en ellos la Iglesia anuncia el único e idéntico misterio de Cristo.
Pensemos en las riquezas de las lecturas bíblicas ofrecidas por los tres ciclos dominicales que, a la luz de los Evangelios Sinópticos, nos acompañan a lo largo del año litúrgico: una gran riqueza.
Audiencia del 31/01/2018
31 de marzo de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia - Liturgia de la Palabra.
Deseo recordar también la importancia del Salmo responsorial, cuya función es favorecer la meditación de lo que escuchado en la lectura que lo precede. Está bien que el Salmo sea resaltado con el canto, al menos en la antífona.
La proclamación litúrgica de las mismas lecturas, con los cantos tomados de la sagrada Escritura, expresa y favorece la comunión eclesial, acompañando el camino de todos y cada uno...
¡Es necesario buscar buenos lectores!, los que sepan leer, no los que leen [trabucando las palabras] y no se entiende nada. Es así. Buenos lectores. Se deben preparar y hacer la prueba antes de la misa para leer bien. Y esto crea un clima de silencio receptivo.
Audiencia del 31/01/2018
7 de abril de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia - Liturgia de la Palabra.
Sabemos que la palabra del Señor es una ayuda indispensable para no perdernos, como reconoce el salmista que, dirigido al Señor, confiesa: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz para mi sendero” (Sal 119, 105). ¿Cómo podremos afrontar nuestra peregrinación terrena, con sus cansancios y sus pruebas, sin ser regularmente nutridos e iluminados por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia?
Ciertamente no basta con escuchar con los oídos, sin acoger en el corazón la semilla de la divina Palabra, permitiéndole dar fruto. Recordemos la parábola del sembrador y de los diferentes resultados según los distintos tipos de terreno (cf. Marcos 4, 14-20).
La acción del Espíritu, que hace eficaz la respuesta, necesita del corazón que se dejen trabajar y cultivar, de forma que lo escuchado en misa pase en la vida cotidiana, según la advertencia del apóstol Santiago: “Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1, 22).
La Palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros. La escuchamos con los oídos y pasa al corazón; no permanece en los oídos, debe ir al corazón; y del corazón pasa a las manos, a las buenas obras. Este es el recorrido que hace la Palabra de Dios: de los oídos al corazón y a las manos. Aprendamos estas cosas. ¡Gracias!
Audiencia del 31/01/2018
28 de abril de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia - Liturgia de la Palabra. El Evangelio y la Homilía
El diálogo entre Dios y su pueblo, desarrollado en la Liturgia de la Palabra de la misa, alcanza el culmen en la proclamación del Evangelio.
Lo precede el canto del Aleluya, con el que la asamblea de los fieles acoge y saluda al Señor, quien hablará en el Evangelio.
El Evangelio constituye la luz para comprender el sentido de los textos bíblicos que lo preceden, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. De hecho, “de toda la Escritura, como de toda la celebración litúrgica, Cristo es el centro y la plenitud”. Siempre en el centro está Jesucristo. Siempre…
La misma liturgia distingue el Evangelio de las otras lecturas y lo rodea de particular honor y veneración. De hecho, su lectura está reservada al ministro ordenado, que termina besando el libro; se escucha de pie y se hace el signo de la cruz…
Audiencia del 7/02/2018
5 de mayo de 2019
La Misa, corazón de la Iglesia - Liturgia de la Palabra. El Evangelio y la Homilía
En la misa no leemos el Evangelio para saber cómo fueron las cosas, sino que escuchamos el Evangelio para tomar conciencia de lo que Jesús hizo y dijo una vez; y esa Palabra está viva, la Palabra de Jesús que está en el Evangelio está viva y llega a mi corazón. Por esto, escuchar el Evangelio es tan importante, con el corazón abierto, porque es Palabra viva.
Escribe san Agustín que “la boca de Cristo es el Evangelio. Él reina en el cielo, pero no cesa de hablar en la tierra”. Si es verdad que en la liturgia “Cristo anuncia todavía el Evangelio”, como consecuencia, participando en la misa, debemos darle una respuesta. Nosotros escuchamos el Evangelio y debemos dar una respuesta en nuestra vida.
Audiencia del 7/02/2018